lunes, 16 de febrero de 2009

Cabaret Kitsch


Hay una puerta al fondo de la galería de las vanidades del hombre, adornada con luces de neón que invita a entrar a un ambiente perfumado de incertidumbre. A primera vista, el espacio ofrece una espesa capa de niebla cigarrillera y advierte a cualquier aventurado allí a tener precisión con sus pasos, lo que permite un recorrido en cámara lenta durante su estancia, quienes lo frecuentan habitualmente podrían hacerlo de ojos cerrados, el recorrido no presenta mayores cambios de un época a otra, se hace hastiantemente monótono. Los actores están uniformemente distribuidos sentados en sillas de vidrio con mesas de mármol, portando máscaras inexpresivas miran indeferentemente la nada extasiados en su propia autosuficiencia, conformes con sus propias virtudes, deseosos de ser alabados y reconocidos, de pararse bajo el reflector, vender su propia carne por un poco de reconocimiento.
De fondo una sonata futurista, violines con máquinas, saturan el ambiente y provocan delirio entre los espectadores - espectados que con el menor disimulo quedan estáticos en sus mesas. Las bailarinas están adornadas con plumas de pavo real y bijouterie plástico, se mueven sin gracia alguna entre las mesas pareciera ser que están totalmente aisladas del cuadro, encerradas en su mundo.
Finalmente sobre el humo de cigarro, bajo una luz ténue, el poeta sin máscara observa la escena con aparente pánico, ofrece palabras de su bolsillo a cualquiera que se le aproxime pero ninguno parece quedar satisfecho. Ya no hay imágenes en su mente para ofrecer a tan fría audiencia, queda paralizado por el absurdo y desaparece tras un telón de terciopelo, con más pena que gloria, sabe que de todas formas un aplauso mudo pero honesto es mejor que cualquier alabanza artificial. Volverá la próxima noche

martes, 10 de febrero de 2009

En la cornisa óptica


¿Si le tengo miedo a la muerte?, no no, tal vez a lo que le tenga más miedo es a ser consciente de que mi recorrido está por llegar a término, llegar al final de la película, saber que todo está por acabar. Pero en todo caso sería más una incertidumbre, una suerte de ansiedad, lo cierto es que nadié sabe que hay más allá del telón y en cierto modo no nos importa, la muerte es un privilegio egoísta que solo riega la desgracia a otras personas, el sujeto en cuestión deja de ser, no tiene conciencia de su estado, para él podría ser hasta una bendición.
Si los ontólogos definen la realidad como todo lo que se percibe a través de los sentidos, ¿es la muerte un verdadero martirio?, si uno no es consciente de la desconexión total de sus sentidos ¿que sentido tiene la angustia?. Por lo tanto, lo que me incomoda no es la muerte, es la conciencia sobre mi desconexión con la realidad, ¿y como podemos apartarnos de la realidad estando sumergidos en ella?. La respuesta que he encontrado a esta interrogante no está muy lejos, de hecho, no solo la tengo en frente mío sino que veo a través de ella, devoro el mundo con la respuesta, existo gracias a la respuesta, la respuesta es la vista.
La ceguera es lo único que nos aparta del mundo, nos coloca en una pecera unipersonal, es el sufrimiento eterno de no reconocerse a si mismo, hasta el tiempo transcurre más lento dentro del ataúd invisible. Como en la novela de Saramago, los invidentes están atrapados en el infierno, son concientes de su soledad y se arrastran por el mundo, atrapados en su interior, no hay escape, el mundo tangible es percibido por otros sentidos pero es la visión la que nos dá el control sobre nosotros mismos, de lo contrario estamos a la deriva.
Pero lo más angustiante es ser conciente del fino hilo que nos une al mundo, tan solo un nervio, pequeño y débil puede alterarse de un momento a otro, ajeno a nuestra voluntad.
Esta enfermedad es conocida como ceguera cortical


La ceguera cortical designa la abolición de la visión en relación con una destrucción del córtex visual occipital (áreas estriadas que ocupan el surco calcarino y la cara interna del lóbulo occipital) y, más generalmente, las conexiones geniculocalcarinas o radiaciones ópticas, lo que ha hecho proponer el término, poco usado, de ceguera cerebral

De un momento a otro, un segundo, somos envueltos por la invidencia, el disfuncionamiento del nervio óptico puede ser una capricho cerebral, una muy mala jugada de tu mente. De un momento a otro lo perdimos todo, nos esfumamos en la desespereación, nos convertimos en auténticos muertos vivientes y solo tomó un segundo, como la bala que se hunde en el pecho o el corazón que deja de latir, con la excepción de que ahora vemos nuestra desdicha...

martes, 3 de febrero de 2009

Vertedero


¡Defendamos el retrete de Dorian Gary!, amémoslo, mimémoslo, hagámoslo nuestro (aunque es mío). No es mi intención que este sea un espacio cultural, ni que sirva de bitácora personal, ni reflexivo o inflexivo. No es un espacio para el cambalache político ni para la crítica fundamentada ni para el humor negro (bueno, tal vez un poco). Ahora mi objetivo no es hacer de clásico, de hecho, dudo que exista objetivo alguno, se podría hablar de intención, sí eso se adapta mejor al caso, quiero convertir este sitio en un vertedero, un vertedero de palabras, por lo tanto he aquí mis favoritas:

postre pote hipoalergénico lubricante crocante silogismo redundancia ensamblable cordial robusto críptico diáfano sedimento acurrucado bilateral enfundado servilleta cianuro refinanciación homoestático rimbombante chascarillo hipotético...



podría decirlas todo el día